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UNA CAJA CON COSAS DENTRO

Filmoteca

Misterios

Misterios 1.
-Siga a ese coche.
E indicar al taxista una ruta peligrosa por las calles de una capital europea, salir corriendo del auto, entrar después a un museo y caminar despacio entre los cuadros mirando hacia todos lados, como si el peligro estuviera a punto de aparecer en pantalla.
Siempre me gustaron las películas de espías. De espías lentos y secretos.

2.
Quería una película de domingo. Feliz y de domingo.
Y puse Charada de Stanley Donen, 1963.

3.
A veces las cosas suceden a una velocidad vertiginosa. Como los diálogos del comienzo de esta película.
Audrey Hepburn y Cari Grant se acaban de conocer en una estación de esquí. Ella se llama Regina Lampert y ha decidido divorciarse de su marido. Y cita a Shakespeare antes de volver a París:
-Shakespeare dijo que cuando dos personas se conocen en tierra extranjera deberían volver a verse.
-Shakespeare nunca dijo eso.
-¿Cómo lo sabe?
-Es horrible. Se lo acaba de inventar.
-Sí, pero suena bien. ¿Me llamará?
-¿Su número está en el listín?
-El de Charles.
-¿Sólo hay un Charles Lampert?
-Eso espero.

4.
Y vuelvo ahora a un inventario como el de Henry Bengoa Invetarium. Aunque esta vez no hay hojas de árboles prehistóricos, sino sellos misteriosos.
Anoto que en algún momento tengo que escribir algo sobre los coleccionistas de sellos y los coleccionistas de hojas de árboles.
El inventario corresponde al contenido de una bolsa azul decorada con las letras amarillas de la compañía aérea Lufthansa:
-Una cartera con 4000 francos.
-Una agenda con una última anotación realizada ayer jueves: “Cinco de la tarde, jardín de los Campos Elíseos”.
-Un pasaje para Sudamérica.
-Una carta, franqueada y sin cerrar, dirigida a Regina Lampert.
-Una llave.
-Un peine.
-Una pluma estilográfica.
-Un cepillo de dientes y polvo dentrífico.

5.
¿Un pasaje para Sudamérica?
Hace cuatro meses, esa bolsa azul con letras amarillas podría haber sido parte de mi equipaje.

6.
Las cartas. Las cartas en mi buzón. Las cartas sobre la mesa de casa. Las cartas justo antes de abrirse. Los sobres desgarrados. Los papeles doblados y con marcas casi invisibles. Los sellos. La relectura justo antes de dormir. Las cartas.
En la película hay tres sellos misteriosos y valiosísimos:
“Este es sueco, de cuatro chelines, llamado Regula Firaskiriden, impreso en 1854. El segundo se llama el Azul Hawaiano, de 1894. Su dueño fue asesinado por un coleccionista obsesionado por poseerlo. El tercero se llama La Gazet Moldure. Es una obra maestra. Fue impreso a mano en papel de color y con las iniciales del impresor”.

7.
Regina Lampert dijo una vez que cuando dos personas se conocen en tierra extranjera deberían volver a verse.

Queso y vino tinto

Queso y vino tinto 1.
Hace dos días estuve en el entierro del abuelo de una amiga. Fue en el cementerio británico de Montevideo. Llovía mucho.
Nunca conocí al abuelo en persona pero una vez vi unas imágenes en súper ocho de cuando era joven. Su nieta utilizó aquella película antigua en un cortometraje en el que contaba la historia de su abuelo: había nacido en Austria, combatió en el frente ruso, trabajó después como traductor para los americanos y terminó casándose y viviendo en Uruguay.
En el entierro había un señor muy mayor acompañado por su esposa, también anciana. Alguien me dijo que había sido compañero de colegio del difunto. Observaron la ceremonia desde lejos y cuando casi todos se habían ido ya, se acercaron a la tumba y estuvieron un buen rato observando la sepultura, parados bajo la lluvia, sin decirse nada. Después se fueron caminando muy despacio.
Compañeros del colegio... Antes de irme tengo que escribir sobre El gran Meaulnes, la novela de Alain Fournier que he leído estos días. Hoy anoto simplemente la impresión que me produjo ver en el cementerio a ese señor que compartió su infancia y adolescencia con el abuelo austriaco. Es posible que conociera cosas de él que ni sus hijos y sus nietos sabrán nunca. También es posible que de alguna forma lo conociera mejor que todos ellos.
Me llama mucho la atención que la infancia y la vejez terminen siendo parte de un mismo recuerdo.

2.
Café y cigarrillos, Jim Jarmusch, 2004. Café y champagne.
-¿Estás bien Taylor?
-No exactamente.
-¿Qué pasa?
-No lo sé. Me siento tan aislado del mundo... Ya no me identifico con el mundo.
Dos ancianos comparten un café en el descanso de su trabajo. Están cansados, hablan despacio, recuerdan otros tiempos e inventan frases que sólo se pueden inventar en la infancia o en la vejez: “Si tuvieras entusiasmo por la vida, este café de sabor asqueroso podría convertirse en champagne”. Y el café se convierte en champagne.
-Propongo un brindis.
-¿Por qué brindaremos?
-Por el París de los años veinte, por Josephine Baker, por el Moulin Rouge...

3.
El café no me deja dormir y a mí me gusta tener sueño. Tampoco fumo. Lo que a mí realmente me gusta es el queso y el vino tinto en una merienda cerca del mar. Y que las noches sean muy largas.
Aimée me dice que este verano va a ser un gran verano.
Brindo por esos días que están a punto de llegar.

Contra el olvido

Contra el olvido 1.
-¿Por qué estás en Hiroshima?
-Una película.
-¿Una película?
-Actúo en una película.
-¿Y antes de Hiroshima, dónde estabas?
-En París.
-¿Y antes de París?
-Antes de París estaba en Nevers.

2.
Nichée au cœur de la Bourgogne, du Centre et de l’Auvergne, Nevers, capitale de la Nièvre, est située à 2 heures de Paris par l’A77.

3.
Habitación 118 del hotel New Hiroshima. "No smoking in bed".
El teléfono del hotel: +81-(0)82-502-1121.
Una última noche para decirse adiós. Ella está a punto de marcharse para siempre. Mañana, a esta misma hora, estará a miles de kilómetros de allí.
-¿Es probable que nos muramos sin habernos vuelto a ver?
-Es probable, sí.

4.
Hiroshima mon amour, Alain Resnais, 1959.
Emmanuelle Riva, Eiji Okada.
Scénario et dialogues Marguerite Duras.

5.
Durante muchos años viví frente a un colegio de monjas llamado Las francesas. El equipo de baloncesto de ese colegio se llamaba Nevers.

6.
Siempre que leo a Marguerite Duras tengo la sensación de que algo está a punto de suceder, de que queda muy poco tiempo, de que en algún momento y en algún lugar...
-Me gustaría estar contigo, unos días, en alguna parte, alguna vez.
-A mí también.
Hiroshima. Hay ciudades que no paran nunca, donde siempre hay gente despierta. La necesidad de vivir en una ciudad despierta.

7.
Maneras de decir adiós: caminar por una calle iluminada por neones, no mirar atrás, no mirar atrás, temblar un poco, cerrar los ojos y repetir de la forma en que repite ella en la película:
“Ahora vendrá hacia mí. Me tomará por los hombros. Me besará. Me besará y estaré perdida”.

8.
Anoté hace unos días en mi cuaderno que no puedo olvidar todos estos meses. “No puedo olvidar todos estos meses viviendo lejos. Todos estos años”. Anoté que no puedo olvidar las cenas con cuchara. Las llamadas de teléfono. Las cartas en el buzón de apartamento 207. La necesidad de estar cerca.
Mientras tanto, en la película:
-Como tú, yo también he intentado luchar con todas mis fuerzas contra el olvido. ¿Por qué negar la necesidad evidente de la memoria?

9.
Una chica atravesando un bosque en su bicicleta. Sucedió hace muchos años, en una ciudad francesa llamada Nevers, a orillas del río Loira.

10.
Observar. Observar despacio a una persona mientras duerme.
-¿Qué soñabas?
-No me acuerdo, ¿por qué?
-Miraba tus manos. Se mueven cuando duermes.

Bevete piú latte

Bevete piú latte 1.
En 1933, los exploradores y documentalistas Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack decidieron cambiar sus tomas de exóticos paisajes por una película que muy pronto se convirtió en gigantesca y clásica. Hablo de King Kong.
¿Cuántas veces hemos visto esa secuencia en la que el gorila lucha desde lo alto del Empire State contra los aviones mosquito?
Todo un clásico insuperable... Hasta que llegó Fellini.

2.
Acto segundo de Bocaccio 70: La tentazioni del Doctor Antonio, dirigido por el artista del trapecio Federico Fellini.
Y en vez de un King Kong gigante, la actriz Anita Ekberg elevada sobre los edificios de Roma.

3.
Había un amigo que cada vez que decía el nombre de Anita Ekberg se tropezaba.
Es que es como para tropezarse.

4.
Y esa canción fantástica saliendo del altavoz que hay sobre la valla publicitaria en la que Anita anuncia la leche…
“¡Beban más leche/La leche hace bien!
La leche conviene/A cualquier edad.
¡Beban más leche/Beban más leche!
Más leche italiana.
La leche hace bien /A cualquier edad.
¡Beban más leche!”.

5.
Que se lo digan al Dottor Antonio (interpretado por Pepino De Filippo).
O al excéntrico Alex de The Clockwork Orange (Stanley Kubrick, 1971).

6.
Dicen que un vaso de leche antes de irse a la cama ayuda a conciliar el sueño.

Aquí vivía yo

Aquí vivía yo Unas notas sobre la película de ayer: In the mood for love, Wong Kar Wai, 2000.

1.
Reinaba la intranquilidad.
Ella, tímida, inclinaba la cabeza para que él se acercase. Pero a él le faltaba el valor. Ella dio media vuelta y se alejó.
Hong Kong, 1962.

2.
Esos tiempos pasaron.
Todo lo que había entonces, desapareció.

3.
Él recuerda esa época pasada como si mirase a través de un cristal cubierto de polvo; el pasado es algo que puede ver, pero no tocar.
Y todo cuanto ve está borroso y confuso.

4.
Me gustaría saber cómo empezó todo.

5.
He estado repasando el calendario.
El día 3 de marzo asistí a un concierto de Anari en Bilbao. Escribí en mi cuaderno de notas un título para aquella noche: “El último vals”. Nevaba cuando salimos del teatro. El día 4 de marzo tomé un avión con destino a Montevideo.

6.
Quizá algún día me toque trabajar en el Sing Man Yit Pao (Daily news) de Hong Kong.
Si eso sucede, escribiré mis crónicas desde la habitación 2046 de un hotel con vistas a la estación de tren de la ciudad.

¿Qué es? Es esto

¿Qué es? Es esto 1.
Ce film est dédié à la mémoire d’André Bazin.
Leí hace algunos años un libro firmado por Bazin que se titulaba ¿Qué es el cine? Recupero una de las notas que tomé entonces y la vuelvo a escribir para este cuaderno. Página 29:

”De ahí el encanto de las fotografía de los álbumes familiares. Esas sombras grises o de color sepia, fantasmagóricas, casi ilegibles, no son ya los tradicionales retratos de familia, sino la presencia turbadora de vidas detenidas en su duración, liberadas de su destino, no por el prestigio del arte, sino en virtud de una mecánica impasible; porque la fotografía no crea –como el arte- la eternidad, sino que embalsama el tiempo; se limita a sustraerlo a su propia corrupción.
En esta perspectiva, el cine se nos muestra como la realización en el tiempo de la objetividad fotográfica".

2.
Les quatre cent coups, François Truffaut, 1959.
Vuelvo a ver esta película y de inmediato anoto su hermandad con el proyecto cinematográfico de Tsai Ming-liang. Si el rostro de la Francia de los años sesenta es el de Jean-Pierre Léaud, el desasosiego del Taiwán de nuestros días se encuentra en la mirada del actor Lee Kang-sheng.
Taipei y París nunca estuvieron tan cerca.

3.
¿Siguen haciendo dictados en los colegios?
Dictado: Le lievre.
“Los matorrales arden de flores rojizas
cuando ya las negras puntas de mis largas orejas
asomaban por encima de las espigas aún verdes
a las que yo mordisqueaba.
(...)
Margarita apareció a mi lado.
Cierto es que me amaba de verdad la gentil señorita.
Cuánta bondad para mí. Qué gracia y ternura.
Cómo me acariciaba en su regazo.
Y cómo me besaba”.

4.
Creo que yo tampoco sería capaz de distinguir un alejandrino de un endecasílabo. Por lo tanto, volveré a conjugar para mañana, en todos los tiempos del indicativo, del condicional y del subjuntivo, la siguiente frase:
“Ofendo a los muros de la clase cuando agravio la prosodia francesa”.
¡Qué difícil, Antoine, qué difícil!

5.
Un, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… Y así, hasta los cuatrocientos golpes.

6.
Sobre las cartas en el cine. Algún día iniciaré un cuaderno dedicado exclusivamente a la presencia de las cartas en las películas. Es lo primero que hago antes de salir de casa: mirar en el buzón del apartamento 207 de mi casa de Montevideo. A veces no hay nada. A veces hay una carta llegada desde muy lejos. Y cuando encuentro esas cartas...
“Queridos padres. Comprendo hasta dónde llega la gravedad de mi orgullo. De modo que la vida juntos ya no es posible. Voy a probar suerte en la capital, o donde sea. Quiero demostrar que puedo hacerme un hombre. Entonces, volveré, y os lo podré explicar todo. Os recuerda y os abraza, Antoine”.

7.
¿Qué es? Es esto. Tiene que ser esto. Los ojos brillando en la oscuridad.

8.
Y un recuerdo para la pequeña Ana Torrent en el momento en el que miraba por primera vez la película Frankenstein en El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice.

9.
Entonces, volveré. Lo prometo.

Vértigo

Vértigo Aún no he podido escuchar el último disco de Nacho Vegas pero ayer por la noche me acordé de él.

1.
"Lo tengo todo planeado. A partir de ahora me llamaré Jack Duwal".
Frankie acaba de volver al barrio después de unos meses internado en un hospital. Quiere olvidar su antigua vida y dedicarse a la música. A partir de ahora se llamará Jack Duwal y tocará la batería en un grupo de jazz.

2.
Todo sigue como siempre en las calles del barrio: partidas clandestinas nocturnas, billares abiertos las 24 horas, espectáculos con chicas en el Club Safari y un neón parpadeante anunciando habitaciones libres en un lugar llamado Hotel North.
Frío en el Hotel del Norte.

3.
Wellcome Home, Frankie.
-¿Cómo estás, Frankie?
-Curado.
-¿Sí?
-Dejé las drogas para siempre.
-¿Sufriste mucho?

4.
El hombre del brazo de oro se llama Frankie Machine.
Frankie Machine es Frank Sinatra.
Otto Preminger dirigió en 1955 una película titulada The man with the Golden Arm.
Y cada vez que suena esa sintonía nocturna y cargada del compositor Elmer Bernstein, deberíamos sentir temor de nuestros propios fantasmas.

5.
La muerte femenina final de esta película tiene mucho que ver con la extraña caída del campanario de Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958). Hay más coincidencias: Kim Novak interpreta a un personaje con el que todos hemos soñado alguna vez.
-Estaba muy sola. Y ese pobre infeliz también necesitaba tener a alguien a su lado.
-Todos necesitamos a alguien... Pero podría haber sido algo mejor que ese.
-¿Cómo tú, Frankie?

6.
“Everybody needs somebody”. Frank Sinatra.

7.
Una cerilla muy cerca del ojo derecho. Y las pupilas totalmente anestesiadas.
Es el momento en el que Molly (Novak) decide irse en un taxi. El número de ese taxi en el que ella abandona el barrio es el 3095. Es sólo un número, pero yo lo anoto. Por si algún día tengo que apostar todo mi futuro a un número.

8.
Nunca he sabido jugar al póquer. Alguna vez lo he intentado e incluso tengo en casa un par de barajas. Pero no hay manera.
En los títulos de crédito se cita un nombre que podría servirme de seudónimo en algún momento. Jack Entratter. A su lado, una de esas profesiones que dan que pensar: asesor de póquer.

9.
Frío en el Hotel del Norte.

Mirar a cámara

Mirar a cámara Llegamos a Roma en avión y desde allí tomamos un tren que nos llevó hasta la costa del Mar Tirreno. Pasamos una noche en un pueblo del que ahora mismo no recuerdo el nombre. A la mañana siguiente, tomamos un barco que nos llevó hasta la isla de Giglio. Y mientras navegábamos, alguien dijo que desde la isla se podía ver Montecristo.
Escribo todo esto recordando la única vez que he estado en Roma.
Sigo con Rossellini. Me quedo con su etapa con Ingrid Bergman.
Ayer pasé Roma cittá aperta (1945). Es una película sobre la que se ha escrito demasiado, por lo que esto no es más que una lista muy personal de tres momentos:

1.
-¿Cómo podré reconocerlo?
-Se parará sobre el puente y silbará “Mattinata Florentina”.

2.
Títulos de crédito al final de la película:
“Sceneggiatura e dialoghi di S.Amidei con la collaborazione di F.Fellini”.
Es que la película tiene unos puntos –el humor, el humor- que son cien por cien Fellini.

3.
La fotografía que acompaña este texto.
Es mi secuencia favorita: el tranvía pasa frente a la cámara y las chicas que están apoyadas en la ventana sonríen a cámara. El resto de los pasajeros también miran a Rossellini y el niño que va colgado al final del vagón, saluda con un gesto y dice algo en voz alta que nunca se llega a escuchar. Pero imagino a ese niño y a esas jóvenes contando en sus casas que al pasar con el tranvía cerca de la Via Nomentana, había un señor y un grupo de gente filmando algo para el cinematógrafo.
¿Llegaron a verse alguna vez esas personas en las pantallas de un cine romano?

Cambiar de vida

Cambiar de vida 1.
¿Cómo serán las cosas cuando cumplamos los cincuenta?
Imagino que en algún momento habrá una tarde en la que al salir del trabajo y de camino a casa, nos paremos frente a un escaparate de Manhattan y al vernos reflejados en el cristal nos preguntemos sobre todo lo que podríamos haber sido en esta vida.
El domingo iba a ir al cine pero al final no fui porque llovía mucho. Me quedé en casa viendo Another Woman (Otra mujer, 1988) de Woody Allen.

2.
Podría añadirse este título a la lista de películas sobre la escritura.
Marion (Gena Rowlands) decide alquilar un apartamento en el centro de Nueva York para iniciar un nuevo libro. Y escribir un nuevo libro es siempre una decisión muy difícil.

3.
¿De qué hablamos? Otra vez la pregunta de siempre. Un ejemplo:
-Él nunca intentaría perjudicarte.
-¿Aunque amase a una mujer apasionadamente?
-Será mejor que volvamos.
-Tal vez me haya equivocado contigo. Igual sois el uno para el otro.
-Igual has bebido demasiado champán.
-Igual esta conversación te asusta.
-Tengo que irme.
-Pues vete.

4.
Responder “no lo sé”.
A veces no hay más remedio que responder que no sabemos.
¿Qué te ocurre?

5.
“The National Gallery of Canada has recently acquired an important work by the Austrian painter Gustav Klimt, Hope”.
Gena Rowlands y Mia Farrow hablan de este cuadro durante la película. Quizá algún día viaje a Canadá.

6.
Desasosiego.
Siempre que llega el verano (o el invierno en este hemisferio) prometo volver a repasar El libro del desasosiego de Pessoa.

7.
¿Piensas alguna vez en mí?
Y él responde:
¿Piensas tú en mí?
Y ella responde:
De vez en cuando.

8.
Hay un tema musical en esta película titulado The Bilbao song.
Leo atentamente los créditos y anoto que pertenece a Kurt Weill y Bert Brecht. Performed by Bernie Leighton dice al final.
The Bilbao song. Dentro de tres semanas pasearé por Bilbao.

9.
“Cerré el libro y sentí una extraña mezcla de nostalgia y esperanza. Y me pregunté si un recuerdo es algo que tienes o algo que has perdido. Por primera vez en mucho tiempo, me sentí en paz conmigo misma”.

10.
En la fotografía, las palabras saliendo de la pared.

Los pies fríos

Los pies fríos 1.
El general de la Róvere no es el general de la Róvere. Escribo esto y me acuerdo de otros casos de impostura. Ser quien no se es. O miedo a ser uno mismo.
Il generale della Róvere es el título de una película que Roberto Rossellini dirigió en 1959.

2.
“Afortunadamente, hoy está nublado.
Y cuando está nublado es difícil que vengan a bombardear”.
Temperatura actual en Montevideo: 12 grados. 87% de humedad. Vientos de 27 kilómetros/hora.

3.
Vittorio de Sica en el papel doble del ingeniero Victorio Emanuele Bardonel Grimaldi y del General de la Róvere.
¿Un caso de heteronimia? O un espejo roto en muchas partes.

4.
Hubo una época en la que sobre los edificios públicos de la ciudad de Génova había carteles en los que se podía leer: Deutsche Wehrmacht Kommandantur Genova.

5.
Otro teléfono cinematográfico. En este caso, el de la familia Fassio de Génova, que espera noticias de su hijo, apresado por los alemanes y acusado de pertenecer a la resistencia.
-¿Dónde puedo encontrarlas?
-Puede telefonearnos. Fassio, 8, 6, 3, 8, 6.
-Señora, espero darle noticias de su hijo muy pronto.
-Gracias.

7.
La lista final, leída en los calabozos de una cárcel italiana.
En el exterior, nieve y un pelotón de fusilamiento.
Samuel Piperno, Mario Ontani, Luciano Albertini, León Zinigalia, Antonio Pascualli, David Paul, Paolo Marconi, Abel Levy, David Funnaro, Giuseppe di Castro, Giovanni Brazzo Forte de la Róvere.

6.
“Mi último pensamiento es para ti. Viva Italia”.
Y en la fotografía, una señora y dos niños mirando a cámara.
Podría ser la familia del señor Grimaldi, pero no lo es.
Podría ser un trineo con una palabra escrita al dorso (Rosebud), pero no lo es.
Es un último pensamiento antes de caer para siempre sobre la nieve de Génova.

Un deseo, una palabra

Hace dos noche estuve contando cuántos planos tenía el cortometraje que Krzysztof Kieslowski filmó en 1968 como trabajo de fin de graduación de la escuela de cine de Lods (Polonia). La película se titula Koncert Zyczen (Concierto de deseos), tiene 70 planos y dura 15 minutos. Conté los planos para tratar de entender algo. ¿Qué? No lo sé. Simplemente conté los planos y anoté que tenía setenta.
Me gustan sus imágenes en blanco y negro y el final de la historia, que de alguna manera es feliz y un poco triste al mismo tiempo. El cortometraje termina con un tema de rock polaco de finales de los sesenta. Si yo tuviera un grupo de música, haría una versión.
Quizá algún día la hagamos.
Dice así:
“No vuelvas a mirarme nunca de esa manera.
No vuelvas a decirme nunca que no estás enamorada.
No vuelvas a envenenar nunca tus palabras con rencor.
No vuelvas a castigarme nunca con ese silencio.
No vuelvas a mirarme nunca de esa manera.
No dejes que tus ojos vuelvan a ser tan fríos.
Nuestro amor sigue vivo. Aún no nos ha llegado la hora.
No vuelvas a mirarme nunca como lo has hecho hoy.
No vuelvas a mirarme nunca de esa manera.
No vuelvas a levantarme nunca la voz.
No vuelvas a arriesgarlo todo por una palabra.
Quizá yo no la olvide nunca”.

Tia Mak

Tia Mak “Las tierras misteriosas de Barren, desoladas, llenas de guijarros, barridas por el viento. Espacios ilimitados que coronan el mundo”.
Con esta leyenda, y tras unas imágenes que mostraban la inmensidad de un mar de nieve y hielo, comenzaba Nanook of the North, la película que Roberth Flaherty rodó en 1922.
¿Qué fue de Nanook y de los suyos? ¿Alguien lo sabe?
Imagino que alguien en la región de Barren, en Ungava del norte (Canadá), debe acordarse de aquella película en la que Nanook el oso, jefe de los itivimuits, mostraba los secretos de los esquimales a la cámara de Flaherty. Imagino que en algún lugar, ilimitado y barrido por el viento, debe haber alguien que piense que todo aquello no fue más que un espejismo.
La película termina con una imagen que muestra a Nanook durmiendo. Quizá soñando con una película en la que alguien muy parecido a él sonríe a cámara después de cazar un oso. Es un final tan misterioso e ilimitado como todo el mar de hielo de Ungava. Después la pantalla funde a negro y unas letras despiden la película en el idioma de los itivimuits.

Y diez

Y diez 0.
¿Me gusta el boxeo? No. Una vez estuve en un combate de boxeo y no me gustó.
Pero me gusta mucho When we where kings (1996), el documental que rodó Leon Gast sobre el combate que en 1974 enfrentó en Zaire a George Foreman y Muhammad Ali.
También me gusta el boxeo artístico y misterioso de Cravan, pero de eso escribiré otro día.

1.
Body and soul. Podría ser el título de un disco nocturno de los años cincuenta, pero es el título de una película pugilística que rodó en 1947 Robert Rossen.

2.
Lo de la cuenta atrás siempre me ha parecido extraño: esos números contados del revés y como a cámara lenta, anunciando al mismo tiempo el final y el principio de algo. O viceversa.

3.
A veces todo puede explicarse de manera muy simple: un lugar en el que poder descansar. El personaje de Charley Davis no busca más que un lugar en el que poder descansar y recuperarse así del dolor de la cicatriz sobre su ojo izquierdo.
A veces no hace falta más que un lugar en el que poder descansar para arreglarlo todo.

4.
Otra vez el viento del norte, esta vez sonando en una azotea.
Charley y Peg se abrazan para protegerse del frío:
-¿Qué es lo que quieres hacer?
-Lo único que sé hacer, boxear.
-Si quieres boxear, hazlo.
-¿Tú estarías de acuerdo?
-Estaré de acuerdo con lo que tú quieras. Te amo, Charley.
-¡Seré boxeador!
-Tigre, tigre…

5.
¿Qué fue de las vidas de los boxeadores que perdieron contra Charley Davis?
Red Sweeney, Sunny Fuller, Phil Marco, Slat McCoy, Jackie Marlowe…
¿Dónde están, dónde pasaron la noche posterior al combate, qué hicieron al volver a sus casas, recordarán todavía que un día estuvieron a punto de llegar a lo más alto, recordarán todavía que todos los que gritaban a su favor olvidaron sus nombres después de la derrota?
“Odio a todos esos que hablan de ganadores y de perdedores como si la vida fuera un maldito juego”.

6.
Las noches solitarias.

7.
¿Te duele?
Me acuerdo de una historia que me contaron una vez sobre una cicatriz en la rodilla derecha.
Me acuerdo de una historia que me contaron una vez sobre una cicatriz en el párpado del ojo izquierdo.
Charley recuerda los nombres de los lugares en los que le hirieron, como si cada marca tuviera un nombre de ciudad.
-¿Y esto?
-Chicago.
-¿Y esto?
-Filadelfia.
-¿Y eso?
-Boston.

8.
Sobre el poema que Peg aprendió en la escuela:
“Tigre, tigre,
Brillan tus ojos en la negra noche
Mirando a la presa con sigilo
Que se estremece ante tu simetría”.

9.
El último combate. El asalto número quince. Todo sucede en un silencio extraordinario. En palabras de uno de esos periodistas con sombrero que están siempre sentados muy cerca del ring:
“Jamás había visto nada parecido en mi vida. En la sala se ha producido un gran silencio. Se presiente el final. Se ve miedo en los ojos de Marlowe cuando Davis ataca... Davis persigue a Marlowe por todo el ring como el tigre persigue a su presa en la negra noche”.

10.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve...

Desayuno sobre la hierba

"Me encanta el béisbol. No tiene porqué significar nada, pero creo que es hermoso de ver".
Con esta reflexión, recogida en la película Zelig (Woody Allen, 1983), termino con la serie sobre La Libertad de Lisandro Alonso.
Hay cosas que no tienen porqué significar nada, que simplemente son hermosas de observar, que nos gustan aunque no terminemos de entender, que nos recuerdan que una vez estuvimos desayunando sobre la hierba en una agradable mañana de un verano francés.
Sobre Zelig se podría escribir mucho más, pero por ahora me conformo con añadir este título a la serie de películas sobre personajes que han perdido la memoria; y ya van tres: El hombre sin pasado, Aki Kaurismäki, 2002; El gran dictador, Charlie Chaplin, 1940.

Bla, Bla, Bla (y una canción)

La noche del 6 de octubre de 1927, Al Johnson, protagonista de The jazz singer (Alan Crossland, 1927), se dirigía al público desde la pantalla y decía: "Esperen un momento, pues todavía no han oído nada. Escuchen ahora". De esta forma comenzaba la era del cine sonoro.
Nunca he visto la película de Crossland y los libros dicen que no merece demasiado la pena. Pero esa frase me gusta y pienso que en algún momento podría utilizarse para comenzar una película en la que los personajes fueran mudos.

La libertad gigante absoluta gigante libertad

De vez en cuando sucede. Es raro, pero de vez en cuando sucede. Entrar a una sala de cine sin saber muy bien qué se va a ver, asistir sorprendido a una revelación y comprobar que al encenderse las luces todo ha cambiado. Pequeño cine apocalíptico, podría titularse todo esto.
Cuando viajé a las cataratas de Brasil, anotaba en este cuaderno que no entendía porqué ningún director del llamado Cono Sur incorporaba la selva a sus películas. Me acordaba entonces del relato tropical del tailandés Apichatpong Weerasethakul (Tropical Malady, 2004). Después de la sesión de ayer noche diré que hay un director argentino que no sólo incorpora la selva –en forma de bosque en mitad de la Pampa-, sino que la transforma en una película tan misteriosa, rara, potente y desconcertante que al salir del cine la ciudad de Montevideo no era la misma ciudad de Montevideo que conocía hasta entonces. La película se titula La Libertad y la dirigió el argentino Lisandro Alonso en el año 2001.
Continuará.

Maneras de decir adiós (2)

Maneras de decir adiós (2) 1.
Cuando se estrenó la película Paris, Texas de Win Wenders en el festival de Cannes del año 1984 yo tenía ocho años.
En uno de los cajones del escritorio del salón de casa hay cintas de Súper-8 que mi padre rodó cuando éramos pequeños. Las imágenes muestran escenas de cumpleaños, un viaje al zoológico de Madrid, juegos en la playa de la costa catalana, un truco de magia con chistera… En ninguna de aquellas películas caminamos por el desierto.

2.
¿Qué pasa si uno llama a los números de teléfono que salen en las películas?

-Ahora quiero hacerte una última pregunta. ¿Este nombre de la tarjeta es el tuyo? ¿O es de algún pariente? Bueno… Voy a llamar a este número para ver si me dicen quién eres. ¿Telefonista? Por favor, quiero hacer una llamada. Los Ángeles, California. Indicativo 213.

3.
Indicativo 213. Los Ángeles, California.
¿Existirá un número de teléfono en el que le puedan decir a uno quién es?
Me acuerdo ahora mismo de aquel teléfono al que llamaba Ann en Things I never told you (Isabel Coixet, 1995).

4.
Nunca he caminado por el desierto. Nunca he comido hielo después de caminar por el desierto. Nunca he estado en un lugar llamado Terlingua, en el sur de Texas. Nunca he conducido un coche de alquiler con matrícula 667 DJP.
Pero sé cómo llegar a ese lugar: hay que tomar la 10 hasta Melbourne, la 90 hasta Alpine y después la 118 hacia el sur.
Una vez quise irme lejos.

5.
-¿Sabes? Ya me estoy empezando a hartar de este silencio. ¿Quieres hablar? Yo también puedo estar callado. Prefiero que estemos callados los dos el resto del viaje.
-París.
-¿Qué?
-París
-¿París?
-¿Tú has estado en París?
-No.
-Podríamos ir ahora.

6.
¿Se puede estar muerto por cuatro años y reaparecer un día en el desierto de Mojave?
A veces hay viajes que van más allá; a veces hay viajes que llegan hasta el final de la noche.

7.
Es raro cuando hay agua en las fotos; es raro ver el agua congelada en esas fotos en las que alguien vacía un vaso en el momento en el que se aprieta el botón de la cámara. Son raras las fotografías en las que aparece una fotografía.
Es raro el color de las películas de súper-8.
También es raro despedirse de un país lejano.

8.
-Todo lo que quería era dormir. Y por primera vez deseó estar lejos de allí; deseó estar perdido en un vasto país donde nadie le conociera. Algún sitio sin idioma, sin calles. Soñó con ese sitio sin conocer su nombre.

9.
La película París, Texas termina en un hotel de Houston llamado Meridian. No he podido encontrar el teléfono de este hotel.
La película París, Texas termina en la habitación 1520 del hotel Meridian.
¿Telefonista? Por favor, quiero hacer una llamada. Houston, Texas. Hotel Meridian, habitación 1520.

10.
Imagino que hay un momento en la vida en el que uno vuelve del desierto y se sienta frente a todo su pasado en una habitación de color rojo.
-¿Dónde has estado?
El lunes supe que en julio dejaré de vivir para siempre en la ciudad oriental de Montevideo.

Algunas preguntas

1.
¿Hay películas que sólo pueden verse de noche?
No lo sé.
Hay algunas películas que sólo pueden verse de noche y en verano. Al menos es lo que parece en un principio, cuando las imágenes muestran una merienda familiar en el campo durante un soleado día francés. Pero sucede a veces que poco a poco los pies van quedándose fríos y que uno olvida que vive en un hemisferio en el que las estaciones van justo del revés. Y al calor le sigue el frío.
En todo esto pensaba mientras veía Le Bonheur (La felicidad), película que Agnès Varda dirigió en 1965.

2.
-Me encanta el campo. No sé qué prefiero, el olor a madera, a hierba o a río.

3.
Por un momento imaginé una sesión doble en la que a esta película de Agnès Varda le siguiera La peau douce (La piel suave, 1964) de François Truffaut.
Y después preguntaría una vez más:
-¿Qué vamos a hacer ahora?

4.
(…)
-Es la casa blanca de la plaza.
-¿La Avenida Paul Bert?
- Sí. Número 4, entrada B, quinto piso a la derecha. Me llamo Émilie Savignac

5.
Ella se llama Émilie Savignac y vive en la Avenida Paul Bert.
Podría pasarse también en esa imaginaria sesión de cine de invierno aquella película danesa titulada Reconstrution (Reconstrucción de un amor, 2003) y dirigida por Christoffer Boe.

6.
-Yo también te quiero. Me siento feliz. Sé feliz también y no te preocupes. Soy libre, feliz y no eres el primero. Ámame.

7.
¿Es La felicidad una película sobre la felicidad? ¿Es La felicidad una película sobre la infidelidad? ¿Es La felicidad una película extraña sobre el amor?
En todo esto pensaba mientras veía Le Bonheur (La felicidad), película que Agnès Varda dirigió en 1965.

Ninguno de los hermanos Marx tenía barba

Ninguno de los hermanos Marx tenía barba Esta semana toca repasar el cine de los años treinta, la llegada de Hitler al Reich y los documentales de Leni Riefenstahl en Nüremberg y en las olimpiadas. El programa incluye fragmentos de El triunfo de la voluntad (Triunph des Willens, Leni Riefenstahl, 1935) y el pase de dos películas que retratan la guerra y el nazismo desde su lado más absurdo: Duck soup (Sopa de ganso, 1933) de Leo McCarey y The great dictator (El gran dictador, 1940) de Charles Chaplin.
Sucede algo muy extraño con la película de patos y países enfrentados de los hermanos Marx: recuerdo haber visto una versión doblada al español en la que Groucho lanzaba una frase tan aguda que desde entonces la incorporé a mi biografía. La secuencia situaba a Groucho sentado sobre una señora multimillonaria. En un momento, ella le preguntaba con voz de enamorada:
- ¿En qué piensas, Rufus?
Y él respondía:
- En los años que he perdido haciendo agujeros a las regaderas.
¡Pero en la versión que puse ayer este diálogo había desaparecido!
La versión en inglés de la película, con Groucho sentado sobre la multimillonaria y enamoradiza señora, dice así:
- Rufus, what are you thinking of?
- All the years I’ve wasted collecting stamps.
Y no es lo mismo perder el tiempo coleccionando sellos que perder el tiempo haciendo agujeros a las regaderas. Hacer agujeros a las regaderas seguro que lleva mucho más tiempo. Digo yo.