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UNA CAJA CON COSAS DENTRO

Filmoteca

La cara oculta de la luna

Cada vez que veo El hombre sin pasado (Aki Kaurismäki, 2002) me acuerdo de Frankenstein (James Whale, 1931). Cada vez que veo Frankenstein, me acuerdo de El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973).
Nunca he estado en Finlandia. Nunca he cenado dentro de un contenedor. Nunca he tenido una de esas máquinas de discos llamadas "jukebox". Pero quiero que en algún momento de mi vida alguien me cuente que estuvo en la luna, que hacía un poco de frío, que no vio a nadie y que volvió a la tierra para cenar conmigo dentro de un contenedor ilumidado por velas.
Es uno de los diálogos más raros de la historia del cine:

-¿Cocina a menudo?
-No mucho.
-Los frijoles estaban buenos.
-Ayer fui a la luna.
-¿Cómo estaba?
-Tranquila.
-¿Vio a alguién?
-No, era domingo.
-¿Por eso regreso?
-Sí, y por otras cosas.

Do, Re, Mi, Fa, Sol (y una entrevista)

Estamos estos días hablando de la llegada del sonoro al cine, de El cantor de Jazz, del final de Murnau, de Fritz Lang convirtiéndose en la sombra de un ganster vampiro, de Buster Keaton tomando pastillas contra la ansiedad, de los grandes estudios asentándose en la costa Oeste, de los depresivos años treinta y de los felices musicales en blanco y negro llenos de bailarinas anónimas.
Ayer vi otra vez Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen y Gene Kelly, 1952). Y mientras bailaba en voz baja, recordé un número musical de la última película de Tsai Ming-liang y pensé que era una verdadera pena el no haber visto nunca musicales orientales protagonizados por la gran Grace Chang, toda una musa en el cine de Hong Kong de los años cincuenta.
Si algún día tengo un cuaderno de cine en el que poder escribir películas, me inventaré una entrevista entrañable a uno de estos bailarines anónimos que trabajaron en las grandes producciones musicales de los estudios.
- ¿Cuál fue su papel en Mambo girl?
- Yo salía en la secuencia final de la piscina, justo en la parte de atrás, al lado de una chica vestida de sardina de color verde. Yo iba disfrazado de pulpo, y tenía que mover mucho los brazos para que los tentáculos se movieran. Recuerdo que el director, el señor Wen Yi, no dejaba de gritar "¡Los pulpos, que su muevan los pulpos!".
- ¿Volvió a trabajar en alguna otra ocasión con Grace Chang?
- Sí, en La rosa salvaje. En aquella película tenía una aparición muy breve en la secuencia de las ventanas. Era el momento en el que los enamorados se despedían, y yo, junto con los otros bailarines y figurantes, tenía que decir adiós desde uno de los balcones y después lanzaba pañuelos desde la parte alta de la estación.
- ¿Es cierto que en Amor eterno se lesionó en el número musical de las cartas?
- Sí. Siempre he tenido los pies muy débiles. De pequeño tuve que llevar uno de esos aparatos de hierro, pues nací con el pie derecho un poco torcido. En aquel número, iba montado sobre una bicicleta y atravesaba el escenario manejando sin manos. El director, en este caso el señor Li Han Xiang, dijo que quería que nos entregáramos con todas nuestras fuerzas en ese número. Yo crucé el escenario en aquella bicicleta con todas mis fuerzas. Claro que no sabía que los frenos estaban rotos. Me rompí la rodilla y un diente. La señora Chang vino a visitarme al hospital. Y nunca olvidaré las palabras que me dijo cuando se despidió de mí en aquel hospital. "No se preocupe, joven. Dentro de muchos años y en algún lugar del mundo, hablarán sobre nosotros. El cine nos hará inmortales".

Círculos

Círculos 0.
¿Y allí qué hora es?
Tsai Ming-liang
2001

1.
- ¿A dónde vas?
- A París.
- ¿París?
- Francia.

2.
En París son siete horas menos que en Taipei.
En Montevideo son cinco horas menos que en París.

3.
- ¿Sí, puedo ayudarle?
- ¿Tiene películas francesas?
- ¿Filmes franceses? Claro. ¿De acción, de detectives? ¿Algún director en particular? Nos especializamos en clásicos.
- ¿Tiene algo sobre París?
- Claro. Hiroshima mon amour, Los 400 golpes… Eche un vistazo.

4.
La última vez que estuve en París volvía de un viaje en el que visité Estrasburgo y Stuttgart.
A Estrasburgo viajé para asistir a un festival de cine. Uno de los premios importantes del festival lo ganó un buen amigo. Lo celebramos bebiendo vino y comiendo uno de esos bocadillos de pan de pita y cordero que venden en los restaurantes turcos.
A Stuttgart viajé para visitar a una amiga que estudiaba arquitectura. También era una forma de conocer el lugar en el que el escritor suizo Robert Walter había trabajado como periodista.
La última vez que estuve en París me quedé a dormir en casa de Silván. Y sucedió algo extraño. Resultó que su apartamento estaba justamente en un portal que yo había fotografiado muchos años antes. Recuerdo que en aquel primer y lejano viaje, pasé un par de días caminando por los barrios de la ciudad y sacando fotos en blanco y negro. En uno de aquellos paseos, entré en una cabina telefónica; y desde allí saqué una fotografía en la que se puede ver a una joven pasando por delante de una peluquería oriental y dirigiéndose hacia un portal cercano.
Cuando llegué a casa de Silván después de haber visitado Estrasburgo y Stuttgart, reconocí el cartel con letras chinas y la puerta en la que aquella joven había desaparecido para siempre. No recuerdo lo que soñé aquella noche.

5.
El hotel en el que se hospeda la protagonista de ¿Y allí qué hora es? se llama Hotel Bonne Nouvelle. Está situado en la calle Beauregard número 17. He estado buscando en Internet y he encontrado el teléfono del lugar: (33) 01 45 08 42 42.
La siguiente vez que vea la película, apuntaré el número de la habitación en la que se hospedaba Shiang-chyi.

6.
No sabía que mi abuelo había estado en París. Durante la cena de ayer, me contaron que cuando mi abuelo viajó a esta ciudad, pasó toda una noche caminando por sus calles, por sus puentes, por sus barrios.
Hace muchos años pasé una noche caminando por las calles de París. Hacía mucho frío. Recuerdo que encontré un guante de cuero negro.

7.
Una de las primeras notas de este cuaderno fue una imagen y una reflexión sobre el final de una película titulada Viva el amor (Tsai Ming-liang, 1994).
¿Por qué la protagonista llora con tanta desesperación?
Han pasado ocho años desde aquella película y la que hoy comento. Y el llanto sigue siendo igual de triste.
Llorar en París.

Saraband

Ayer por la noche fui a ver la última película de Bergman en Cinemateca 18.
- ¿Por qué has venido a visitarme?
- No lo sé.
Los personajes no saben. Se hacen preguntas, susurran, recuerdan, lloran, se abrazan, se odian, observan… Pero siguen sin saber nada. Transmiten un desasosiego extraño y profundo.
Bergman tiene 86 años y vive solo en una isla de Suecia llamada Faaroe.

Creer o no creer

Drácula de Tod Browning, 1931:
"La fuerza del vampiro reside en que la gente no cree en él".