Queso y vino tinto
1.
Hace dos días estuve en el entierro del abuelo de una amiga. Fue en el cementerio británico de Montevideo. Llovía mucho.
Nunca conocí al abuelo en persona pero una vez vi unas imágenes en súper ocho de cuando era joven. Su nieta utilizó aquella película antigua en un cortometraje en el que contaba la historia de su abuelo: había nacido en Austria, combatió en el frente ruso, trabajó después como traductor para los americanos y terminó casándose y viviendo en Uruguay.
En el entierro había un señor muy mayor acompañado por su esposa, también anciana. Alguien me dijo que había sido compañero de colegio del difunto. Observaron la ceremonia desde lejos y cuando casi todos se habían ido ya, se acercaron a la tumba y estuvieron un buen rato observando la sepultura, parados bajo la lluvia, sin decirse nada. Después se fueron caminando muy despacio.
Compañeros del colegio... Antes de irme tengo que escribir sobre El gran Meaulnes, la novela de Alain Fournier que he leído estos días. Hoy anoto simplemente la impresión que me produjo ver en el cementerio a ese señor que compartió su infancia y adolescencia con el abuelo austriaco. Es posible que conociera cosas de él que ni sus hijos y sus nietos sabrán nunca. También es posible que de alguna forma lo conociera mejor que todos ellos.
Me llama mucho la atención que la infancia y la vejez terminen siendo parte de un mismo recuerdo.
2.
Café y cigarrillos, Jim Jarmusch, 2004. Café y champagne.
-¿Estás bien Taylor?
-No exactamente.
-¿Qué pasa?
-No lo sé. Me siento tan aislado del mundo... Ya no me identifico con el mundo.
Dos ancianos comparten un café en el descanso de su trabajo. Están cansados, hablan despacio, recuerdan otros tiempos e inventan frases que sólo se pueden inventar en la infancia o en la vejez: Si tuvieras entusiasmo por la vida, este café de sabor asqueroso podría convertirse en champagne. Y el café se convierte en champagne.
-Propongo un brindis.
-¿Por qué brindaremos?
-Por el París de los años veinte, por Josephine Baker, por el Moulin Rouge...
3.
El café no me deja dormir y a mí me gusta tener sueño. Tampoco fumo. Lo que a mí realmente me gusta es el queso y el vino tinto en una merienda cerca del mar. Y que las noches sean muy largas.
Aimée me dice que este verano va a ser un gran verano.
Brindo por esos días que están a punto de llegar.
Hace dos días estuve en el entierro del abuelo de una amiga. Fue en el cementerio británico de Montevideo. Llovía mucho.
Nunca conocí al abuelo en persona pero una vez vi unas imágenes en súper ocho de cuando era joven. Su nieta utilizó aquella película antigua en un cortometraje en el que contaba la historia de su abuelo: había nacido en Austria, combatió en el frente ruso, trabajó después como traductor para los americanos y terminó casándose y viviendo en Uruguay.
En el entierro había un señor muy mayor acompañado por su esposa, también anciana. Alguien me dijo que había sido compañero de colegio del difunto. Observaron la ceremonia desde lejos y cuando casi todos se habían ido ya, se acercaron a la tumba y estuvieron un buen rato observando la sepultura, parados bajo la lluvia, sin decirse nada. Después se fueron caminando muy despacio.
Compañeros del colegio... Antes de irme tengo que escribir sobre El gran Meaulnes, la novela de Alain Fournier que he leído estos días. Hoy anoto simplemente la impresión que me produjo ver en el cementerio a ese señor que compartió su infancia y adolescencia con el abuelo austriaco. Es posible que conociera cosas de él que ni sus hijos y sus nietos sabrán nunca. También es posible que de alguna forma lo conociera mejor que todos ellos.
Me llama mucho la atención que la infancia y la vejez terminen siendo parte de un mismo recuerdo.
2.
Café y cigarrillos, Jim Jarmusch, 2004. Café y champagne.
-¿Estás bien Taylor?
-No exactamente.
-¿Qué pasa?
-No lo sé. Me siento tan aislado del mundo... Ya no me identifico con el mundo.
Dos ancianos comparten un café en el descanso de su trabajo. Están cansados, hablan despacio, recuerdan otros tiempos e inventan frases que sólo se pueden inventar en la infancia o en la vejez: Si tuvieras entusiasmo por la vida, este café de sabor asqueroso podría convertirse en champagne. Y el café se convierte en champagne.
-Propongo un brindis.
-¿Por qué brindaremos?
-Por el París de los años veinte, por Josephine Baker, por el Moulin Rouge...
3.
El café no me deja dormir y a mí me gusta tener sueño. Tampoco fumo. Lo que a mí realmente me gusta es el queso y el vino tinto en una merienda cerca del mar. Y que las noches sean muy largas.
Aimée me dice que este verano va a ser un gran verano.
Brindo por esos días que están a punto de llegar.
4 comentarios
arpoeager -
caja -
París me encanta.
Me hablaron de Mondovino y lo pasaron en el festival de Buenos Aires. No pude verlo, pero me apunto la recomendación. Y esos caldo olitenses tengo que probarlos algún día, sí señor...
Erri-Berri -
Por cierto, Go y Luisbe probaron los mejores caldos olitenses el sábado...
Erri-Berri -