La Bici-Moto
Llevamos unos días debatiendo sobre cuál es la mejor forma para moverse por la ciudad de Montevideo. Está el ómnibus 131 bajando por Boulevard Artigas, el bondi que lleva hasta Colonia Sacramento, el coche de J. dándonos paseos por la rambla, las bicicletas plateadas de la marca Mercier o el metro invisible que tiene parada en una de las salas de Cinemateca (el motor del proyector de 35 milímetros suena como si el subte estuviera a punto de llegar). Después está la Vespa del año 61, con la que podríamos emular los paseos romanos de Nanni Moretti y unir la Avenida 18 de julio con la Fontana de Trevi.
Pero hace unos días dí con una solución totalmente cinematográfica para esto de los desplazamientos uruguayos. Fue mientras veía Mon oncle, la película de silbido inolvidable que dirigió Jacques Tati en 1958.
Pero hace unos días dí con una solución totalmente cinematográfica para esto de los desplazamientos uruguayos. Fue mientras veía Mon oncle, la película de silbido inolvidable que dirigió Jacques Tati en 1958.
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