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UNA CAJA CON COSAS DENTRO

Sin título (porque hay muchos títulos)

martes 19 de abril (2) y miércoles 20 de abril

Esto es una lista breve de películas en las que he estado en los dos últimos días. Podrían ser también unas instrucciones para entrar dentro de una pantalla de cine sin necesidad de cavar túneles.
1. Italia, por fin Italia: Hace dos semanas vi en mi casa una película muy larga y emocionante titulada La mejor juventud y dirigida por el italiano Marco Tullio Giordana. Fue como volver a creer en un cine que pensé que ya no existía. Ayer volví a encontrar una película emotiva que llegaba desde ese país: Vento di terra del director Vicenzo Marra. Cuenta la historia de un joven que vive en una barriada de Napoles y que debe hacerse cargo de su familia y de su vida anodina. Todo muy simple, pausado, duro, amable, intenso... Todo como si fuera una de esas verdades que hace unos años se llamaron neorrealistas. Italia resucita y quizá algún día Monica Vitti vuelva a pasear por un parque al final de una noche titulada La Noche.
2. Niños envueltos: La guardería que está al lado de la sala de prensa se llama Museo de los Niños. Disecados, lo que se dice disecados, no están, porque hacen más ruido que el séptimo de caballería en un tablao flamenco. Ahora mismo están gritando “¡Fuera, fuera, fuera, fuera!”. Se ve que quieren expulsar a alguien del museo. ¿En qué estaban pensando los del festival cuando diseñaron esta sala de escritura? Algún director de cine dijo una vez que trabajar con animales y con niños era lo más difícil del cine. Seguro que debe ser muy difícil. Ahora gritan “¡Queremos entrar, queremos entrar!”. Y, efectivamente, han entrado en este cuaderno con forma de caja con cosas dentro. En Uruguay hay un plato de carne con tomate que se llama Niños envueltos. Ñam.
3. Lo que hay detrás de las nubes: El cielo gira es la única película española que ha llegado a la sección a competencia de este festival. La dirige Mercedes Álvarez. Conocí a Mercedes cuando estudiábamos cine en Barcelona y recuerdo que fue ella la que me dejó una copia de una película que llevaba mucho tiempo queriendo ver y que, casualmente, casi comparte título con la que ahora estrena en Buenos Aires: El cielo sube de Marc Recha.
La película no ha sido reconocida por la prensa del lado de allá hasta que ha empezado a ganar festivales en el extranjero. “Es triste que sucedan estas cosas”, dice Merche, que pasó ocho meses montando las más de cien horas que grabaron en un pueblo de Soria llamado Aldeaseñor. Todo en esta película es cercano: el humor, los personajes, la memoria, el tiempo... Escribiré otro día y con más calma sobre sus imágenes. Mercedes viaja este domingo al festival de Tribeca, en Nueva York. Más allá de las nubes está el cielo, aunque en algunos lugares siguen empeñados en dibujar nubarrones y decir que la crisis no deja pasar el sol. ¿Qué crisis, señores, qué crisis?
4. Nadar: era de noche, estaba escuchando un programa en Radio Tres y en un momento, el locutor dijo que el cantante Jeff Buckley había desaparecido en el río Mississippi. Después supe que el músico se había metido al río para darse un baño y que las corrientes y los remolinos lo hundieron para siempre. Cuando sucedió todo esto, llevaba ya un tiempo sin escuchar su disco Grace. Lo puse esa madrugada y creo que soñé con un profesor de natación que se hacía llamar J y que tuve cuando era pequeño. Ayer pasaron un documental sobre Buckley titulado Amazing Grace. El tipo era un buen cantante pero la película es muy mala: parece un programa de televisión realizado por fans y eso no es una película.
Cuando encontraron su cuerpo muchas millas río abajo, habían pasado seis días y era de noche. Seguro que aquella noche, en algún lugar de aquel sur oscuro, alguien escuchaba un blues en la radio y soñaba con hacerse mayor para pode cruzar nadando de un extremo a otro todo el río Mississippi.
5. Ojos: hay muy poca luz en la sala de prensa y es posible que a mi vuelta del festival tenga que hacerme una revisión en la óptica que hay bajo mi casa de Montevideo.
6. Alas de un ángel desnudo: el festival está haciendo una retrospectiva de un director japonés que yo no conocía. Se llama Ryuichi Hiroki, su filmografía tiene cientos de títulos y su carrera comenzó con la dirección de unas películas que en Japón se llaman Pink y que son una especie de manga erótico llevado al cine. Ayer pasaron L’Amant (2004) y el cartel de esta película es mi favorito de todos los que se pueden ver por aquí: es una foto de la espalda de una joven en la que hay tatuadas dos pequeñas alas. Después, la película no llega tan lejos: cuenta la historia de una estudiante que se vende por un año a tres adultos. El argumento es raro, sí, y hay momentos alucinantes. Pero falta algo... Quizá falta que el ángel salga volando y que la película llegue tan alto como los fuegos artificiales que hacen llorar a los protagonistas de esta historia sólo imaginable en un país tan esquizofrénico como Japón.
7. Luces y formas en los párpados: hay un experimento visual que todos hemos realizado alguna vez y al que a mí me gusta volver de vez en cuando. Consiste en cerrar los ojos muy fuerte durante algunos segundos y en abrirlos después muy rápido para observar por milésimas unas formas que cruzan los ojos muy rápido. El escritor Ignacio Martínez de Pisón escribió una vez un cuento sobre este fenómeno.
En los años veinte del pasado siglo, hubo unos cineastas que teniendo en cuenta las vanguardias que estaban asaltando a velocidad de vértigo el mundo de las artes plásticas dijeron que el cine no necesitaba personajes, ni argumentos, ni localizaciones; para ellos bastaban los movimientos y formas de luz proyectadas sobre la pantalla. El cine abstracto quedó a partir de entonces condenado a las salas de los museos de arte. Hasta hoy: el director argentino Ernesto Baca ha presentado en la sección a competencia un título abstracto-experimental-colorista-rítmico titulado Samoa. Y la película no es más, ni menos, que eso: un experimento abstracto, experimental, colorista y rítmico de algo más de una hora de duración y sin personaje, ni argumento, ni localizaciones. Los primeros minutos de proyección me he dejado llevar por la propuesta y ha sido una buena forma de no pensar en nada durante un rato; después he tratado de descubrir los trucos visuales y he pensado que todo esto quedaría muy bien como proyección en un directo musical de Miztura, Lisabö, Nire o Le noise. Después he intentado dormir un poco, aunque no lo he conseguido por la incomodidad de no poder apoyar la cabeza en ningún lado. Puedo decir que ha sido una curiosa forma de comenzar el día, aunque, sinceramente, sigo prefiriendo el ejercicio infantil y mágico de cerrar los ojos muy fuerte durante algunos segundos y abrirlos después muy rápido.
8. Perros heridos, perros heridos, perros heridos, perros heridos: cuando jugaba en el equipo de baloncesto del colegio llevaba una camiseta demasiado grande con el número once a la espalda. Siempre pensé que el once era uno de esos números suficientemente anónimos como para no comprometerme demasiado en ninguna jugada fundamental del partido. De alguna forma, el once era un número invisible. El cuatro en cambio es demasiado cuadrado. Cuatro. Las patas de una mesa. Cuatro. Los puntos cardinales. Cuatro. El número de personajes que pueden estar bebiendo vodka en un bar de Rusia. Cuatro es también el título más radical de los proyectados hasta ahora. Dirigida por Iliya Khrzhanovsky, presenta un retrato expresionista, desagradable, caótico y de volumen estridente de la Rusia de nuestros días. Todo suena en esta obra a distorsión, a resto de naufragio, a herida infectada, a rabia muy dentro. Y en todo momento, unos perros callejeros de ladridos afilados se cruzan con los personajes de esta historia que son muchas historias a la vez, que es una sola historia: la del abismo más profundo del barro. Por momentos es Freaks (1932) de Tod Browning, un poco Tarkovski o una máscara de Nolde; y a veces llega mucho más lejos que los cuchillos daneses del Dogma 95. Cuatro personajes cruzándose como se cruzan los músculos rojizos en esas esculturas de anatomía que muestran cuerpos desollados.
9. Los nazis también cantaban canciones de amor: Basilio Martín Patino estreno hace mucho años y con muchos problemas de censura una película de canciones y de guerra titulada Canciones para después de una guerra (1970). Hoy el festival programaba un título en su sección de título raro (Algo judío se llama la sección) que repetía el esquema de “guerra y su particular discografía”. Hitler’s hit parade, de los directores Oliver Axer y Susanne Benze, recupera imágenes y músicas alemanas de los años treinta y elabora una película de montaje en la que se muestra la “normalidad” y el swing de una época en la que la historia se escribía sobre miles de cadáveres. Grandes éxitos de la infamia, de la vergüenza, del dolor.
10. Insulto: malditos señores, ¿se callan? Los periodistas argentinos son peores que los del Museo del niño. Se creen que la sala de prensa es un taberna y se pasan la tarde hablando y gritando como si estuvieran en San Fermín. ¡Pelotudos! Es que a mí me gusta escribir con cierto silencio, de lo contrario no consigo recordar las imágenes de las películas vistas. Fin y mañana más. Hoy necesito dormir muchas horas.

2 comentarios

desde la calle del fontanero azul -

también a mi me gustan los viajes largos y me puedo acordar de alguna pelicula que vimos y que no terminamos de ver por ahí. la mejor juventud me llegó dentro de una carta que cruzó un oceano y la ví en dos cines muy distantes. sé que la comentaremos cuando haya sol en madrid.

manolo -

insisto en la lectura de este diario de un festival de cuya programación no tengo esperanza de poder ver ninguna película. pero si me dieran la oportunidad de escoger una, creo que sería cuatro.