El nadador
Este cuaderno de notas comenzó con una frase en la que decía que me gustaban los viajes largos en tren e ir al cine en países extranjeros. En aquella ocasión no dije que también me gustaba nadar y escribir sobre películas en las que hubiera piscinas.
Comienzo recordando al escritor John Cheever. El nadador es el título de uno de los cuentos que recoge su libro La geometría del amor. El director de cine Frank Perry dirigió una adaptación de este relato en 1968. Nunca he visto esta película pero todas las reseñas dicen que es extraña.
El texto de Cheever es raro. Y desde que lo leí, planeo la forma de atravesar la ciudad de Montevideo saltando de pileta a pileta hasta llegar a la "última piscina".
Tomo aire y escribo ahora el comienzo del relato. Una, dos y tres:
"Era uno de esos domingos de mediados de verano, cuando todos se sientan y comentan:
-Anoche bebí demasiado.
Quizá uno oyó la frase murmurada por lo feligreses que salen de la iglesia, o la escuchó de labios del propio sacerdote, que se debate con su casulla en el vestiarium, o en las pistas de golf y de tenis, o en la reserva natural donde el jefe del grupo Audubon sufre el terrible malestar del día siguiente.
-Bebí demasiado -dijo Donald Westerhazy.
-Todos bebimos demasiado -dijo Lucinda Merril.
-Seguramente fue el vino -dijo Helen Westerhazy. -Bebí demasiado clarete.
Esto sucedía al borde la piscina de los Westerhazy. La piscina, alimentada de un pozo que tenía elevado contenido en hierro, mostraba un matiz verde claro."
Comienzo recordando al escritor John Cheever. El nadador es el título de uno de los cuentos que recoge su libro La geometría del amor. El director de cine Frank Perry dirigió una adaptación de este relato en 1968. Nunca he visto esta película pero todas las reseñas dicen que es extraña.
El texto de Cheever es raro. Y desde que lo leí, planeo la forma de atravesar la ciudad de Montevideo saltando de pileta a pileta hasta llegar a la "última piscina".
Tomo aire y escribo ahora el comienzo del relato. Una, dos y tres:
"Era uno de esos domingos de mediados de verano, cuando todos se sientan y comentan:
-Anoche bebí demasiado.
Quizá uno oyó la frase murmurada por lo feligreses que salen de la iglesia, o la escuchó de labios del propio sacerdote, que se debate con su casulla en el vestiarium, o en las pistas de golf y de tenis, o en la reserva natural donde el jefe del grupo Audubon sufre el terrible malestar del día siguiente.
-Bebí demasiado -dijo Donald Westerhazy.
-Todos bebimos demasiado -dijo Lucinda Merril.
-Seguramente fue el vino -dijo Helen Westerhazy. -Bebí demasiado clarete.
Esto sucedía al borde la piscina de los Westerhazy. La piscina, alimentada de un pozo que tenía elevado contenido en hierro, mostraba un matiz verde claro."
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